La reflexión sobre las evidencias
Es
precisamente el apartado de reflexión sobre las evidencias lo que, en mi
modesta opinión, resulta el culmen del valor pedagógico del portafolio. Veamos
por qué: En él convergen dos poderosos elementos del proceso de aprendizaje, a
saber, la autoevaluación y la clarificación de qué nuevos pasos y acciones
permitirán alcanzar un éxito mayor.
Abundando
en lo primero es un logro pedagógico asentado ya el comprender la evaluación
como un proceso simultáneo y relacionado con cada paso del proceso de
aprendizaje. Entre determinar el punto de partida (evaluación inicial con
orientación diagnóstica) y el punto de llegada (evaluación final con
orientación sumativa) es imprescindible que el trabajo esté orientado por el
cómo estamos avanzado y cómo hacerlo más y mejor: es el valor formativo de la
evaluación procesual.
Un
proceso de aprendizaje así planteado permitirá que todo el esfuerzo se
compadezca con el verdadero motor que lo provoca: la consecución del objetivo
propuesto. Traduciendo esto a terminología curricular: comprendiendo que los
contenidos no son finalidades en sí mismos sino la información necesaria
(adecuada al contexto y la finalidad) para alcanzar el objetivo propuesto.
Competencias básicas y objetivos (dejemos para otra ocasión la reflexión acerca
de la relación entre ellos) asumen entonces el papel que verdaderamente les
corresponde como orientadores del proceso. Y su forma de cumplir con el
protagonismo de ese papel será mediante los criterios de evaluación (que no son
otra cosa más que la pregunta acerca de si estamos alcanzado los objetivos
propuestos). Es justamente esto lo que aporta la reflexión sobre las
evidencias.
Dicho
todo lo cual resulta fácil comprender que es esta reflexión sobre las
evidencias a la que aludimos la que
conduce y orienta el aprendizaje.
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